Por Pablo Andrés Quintero M.
Miembros activos del Jetset internacional Miami -Madrid, como el bitcoiner Leopoldo López y el profesor universitario Juan Guaidó, insisten deliberadamente en la aplicación de una “lluvia de sanciones” económicas sobre Venezuela a pesar del fracaso demostrado de estas políticas durante los últimos años
Caracas/Foto: Getty Images. Después de las elecciones presidenciales del 28 de Julio, Venezuela regresa a una nueva y conocida ola de conflicto nacional e internacional por la disputa de los resultados electorales en las que ambas partes, oficialismo y oposición, se asumen ganadoras. Mientras el Consejo Nacional Electoral aún no ha logrado hasta la fecha presentar la totalidad de las actas para su verificación, algunos países de la región y de Europa reaccionaron desconociendo el proceso electoral y argumentando que este no ha solido lo suficientemente transparente y democrático. Las respuestas diplomáticas han calentado el terreno, así como también la presión que existe sobre los gobiernos de Petro y Lula Da Silva, hombres con gran influencia dentro del gobierno de Nicolás Maduro y aliados políticos que empujan una negociación que arroje resultados concretos.
Mientras la disputa por los resultados electorales definitivos ocurre a los tiempos de la diplomacia y con la urgencia de los reacomodos geopolíticos e intereses energéticos entre los países, miembros activos del Jetset internacional Miami -Madrid, como el bitcoiner Leopoldo López y el profesor universitario Juan Guaidó, insisten deliberadamente en la aplicación de una “lluvia de sanciones” económicas sobre Venezuela a pesar del fracaso demostrado de estas políticas durante los últimos años. Sin embargo, ya son pocos los actores internacionales que atienden estas peticiones sin fundamento estratégico y racional. Hay que recordar que las medidas coerxitivas unilaterales, definición exacta por parte de la Organización de las Naciones Unidas, son rechazadas por más del 60% de los venezolanos y sectores empresariales, datos que arrojan estudios de investigación y opinión pública. Además, la evidencia ha demostrado que los más afectados por las sanciones siguen siendo los ciudadanos y no precisamente la elite gobernante.
Las sanciones económicas sobre Venezuela en este contexto no van a producir cambios en el comportamiento político del gobierno venezolano y mejoras en la situación de la oposición durante un proceso de negociación. Chile, Brasil, Colombia y México han declarado bajo una misma línea su rechazo a estas medidas y aseguran que no contribuyen a una salida a la crisis política del país. Otro aspecto para considerar en este contexto es la futura incorporación de Venezuela en los BRICS+, organización política y económica conformada actualmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y con cuarenta países en puerta, entre ellos Venezuela. Durante el 2023 esta organización contribuyó con el 31,5% del PIB global y aspira a construir un gran mercado emergente con la ayuda de Venezuela. El gobierno de Lula Da Silva, miembro principal de los BRICS se encuentra en el centro de la negociación venezolana entre el gobierno y la oposición con el aval de Francia y Estados Unidos. Son muchos los actores involucrados con múltiples intereses económicos por lo que no es un tema solo de “cobrar” un resultado electoral o demostrar “fuerza callejera”, esto va más allá de una consigna y un legítimo deseo popular de cambio político.
El conflicto postelectoral de hoy esta por encima de la capacidad operativa de cualquier dirigente político de la oposición. El “líder” o la figura de turno depende en gran medida de las actuaciones de actores internacionales para la gestión de acciones internas en el país. Hay que recordar que durante la campaña electoral en Venezuela circularon diversas encuestas que aseguraban que más del 40% de los venezolanos se quedarían en las calles defendiendo los resultados electorales, otras reflejaron en sus investigaciones que más de 2 millones de personas acudirían a los centros a custodiar el proceso electoral y otras señalaron sin prudencia alguna pero con firmeza y diáfana predicción, que las puertas de una transición política estaban abiertas y las conversaciones entre sectores políticos de oposición y militares se gestionaban por múltiples canales.
Aparentemente se volvió a subestimar la capacidad operativa del gobierno, del juego de intereses geopolíticos y nada de lo proyectado se cumplió. La realidad que se forma hoy es otra y los diversos escenarios que apuntaban a un inminente quiebre dentro de la coalición dominante, fracturas, deslindes y “ruidos de sables” se diluyeron o nunca existieron. Las circunstancias de hoy han sobrepasado al sesgo de patrón ilusorio, al determinismo académico y al wishfull thinking.
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