2023: Año del miedo y construcción de la hegemonía chavista

 Durante el acto para celebrar las últimas palabras de Chávez el 8-12-12 que se hizo en Caracas el 8-12-23, Maduro afirmó palabras más, palabras menos, que 2023 es el año en donde todas las estrategias del chavismo confluyeron. En mi análisis, todas tributan a la gran estrategia del gobierno que es la construcción de la hegemonía. Esta tiene dos canales: el referéndum acerca del Esequibo y todo lo que se ha derivado de su realización, y la “gran alianza nacional” la que comenzó con la “conferencia de paz” del 26-10-23. En las dos, el ejecutivo tiene avances. Sobre el Esequibo, logró un canal de comunicación con Guyana. En la alianza, me parece que el gobierno trabaja en una “gran alianza nacional” para 2024 con Maduro como candidato, con la oferta de paz y estabilidad (la “paz autoritaria” como la denomino). La gran prueba para esta hegemonía que se levanta será la conciencia del pueblo que pide cambio y alternancia, frente a un gobierno autoritario que hoy vive otra “borrachera de poder” por los resultados del consultivo

 

/

 

 


Este artículo sigue al publicado el pasado lunes 4, escrito “en caliente” al calor del referéndum consultivo efectuado el domingo 3. El artículo se tituló, “Sin crítica ni alternancia el referéndum no tendrá fuerza”.

Como analista, una regla que tengo es ser crítico con mis trabajos. Hay que evitar los errores. El análisis tiene que ser de calidad. No sé si los clientes o la opinión lo valoran, pero uno sí. No porque se busque la perfección -al fin y al cabo, son conjeturas y pronósticos- sino porque los análisis son insumos para tomar decisiones, que pueden tener consecuencias. Hay que dar el mejor análisis posible para que las consecuencias no sean negativas, o lo menos para quienes toman decisiones y usan análisis. Es algo como el primum non nocere de los médicos. Si sucede un resultado negativo, que no sea intencional o producto de las famosas “líneas” o “matrices” que se buscan imponer, muy común en Venezuela.

En el juego de poder que hay en Venezuela, en su perversa “división del trabajo”, el rol que nos fijaron a politólogos y analistas es “ponerle música” a “líneas” decididas en otras partes. Principalmente, cuando somos invitados a medios de comunicación. No es tanto hacer un análisis, sino replicar las líneas en un lenguaje alambicado, que impresione, para aparentar credibilidad y el público “compre” los análisis decididos en otros lugares. Seguir esa “división del trabajo” es rentable, pero los análisis no son buenos. Hay que escoger entre “ser alguien” en Venezuela o hacer un buen análisis.

El artículo del lunes 4 lo evalúo regular. Partió de la idea de una abstención como mensaje al gobierno. Aún con la cifra del CNE, la abstención es alta. Cerca o poco más de 10 millones de electores. El punto es que nadie habló por ellos. Luego del 3, son muchos los que hablan como “padres y madres” de la ausencia en las máquinas con el “silencio de las calles”, pero ya el consultivo pasó. Los que hoy protagonizan la abstención no tuvieron el valor de hacerlo cuando debieron. El efecto político de hablar luego es nulo. La política también tiene que ser oportuna, así implique riesgos (que te llamen “traidor a la patria”). Ser oportuno para Havel -muy citado ahora por la oposición que habla de la abstención en el consultivo- es lo fundamental en la política.

La lógica del artículo fue que la sociedad le dijo al Estado que ya está agotada de una manera de vida y de gobierno, que es rutinaria, y que no ofrece más que llevar la vida. Quiere un cambio. La alternancia política.

Por la otra, que el voto operó como factor de contención al gobierno en la disputa con Guyana, para no envalentonarlo. Lo apoyó en su “Brinkmanship” pero con límites. No dio un cheque en blanco.

Lo primero puede mantenerse, lo segundo menos, por los resultados del domingo. El chavismo vive hoy otro momento de “borrachera del poder”, caracterizado por más excesos de los habituales. Sobre esto vuelvo más adelante.

El análisis del 4 está limitado en que el gobierno hace lo de siempre, pero uno prefiere pensar que no sucederá: una “acción relámpago” que descoloca al mundo no chavista y define nuevos límites para la acción política dentro de un sistema autoritario que encabeza el presidente Maduro.

Así se vive ahora. Es una constante con el chavismo: cuando el mundo opositor tiene cierta euforia, el chavismo es experto en bajarle el ánimo. Así pasó. Luego de las autoritarias detenciones de activistas de Vente, el clima de la oposición se vino al suelo. El mismo guion empleado luego de las primarias. La euforia de la opinión cedió a los “temas serios”. Nadie quiere problemas. Mejor hablamos del Miss Venezuela. No es la primera vez que sucede. Es parte del “By the book” chavista que uno cree o apuesta a que no sucederá, pero pasa.

El análisis del día 4 acertó en la lógica del gobierno con el consultivo, al menos frente a Guyana. Un “Brinkmanship” para lograr una conversación con el vecino. A la luz de un comunicado de la cancillería con fecha 6-12-23, esto se logró parcialmente. El canciller informó que platicó con su par de Guyana y acordaron “mantener abiertos los canales de comunicación”. El “Brinkmanship” dio un resultado. Es lo que el gobierno busca. Ahora extendió perseguir la comunicación a la ExxonMobil. Fue el mensaje de Maduro en un acto el 8-12-23. “Más temprano que tarde hablaremos cara a cara”, aseguró el mandatario.

Sin embargo, hay un asunto que se repite con el ejecutivo: es bueno en iniciativas, en buscar la ofensiva política, pero no es bueno en mantener el ritmo. Aquí puede repetirse: lo del Esequibo es una ofensiva pero que se desgastará en el tiempo. Tumeremo volverá al olvido y todo regresará a la situación previa.

El gobierno está a prueba para ver si puede mantener la iniciativa y la ofensiva, con una gestión de gobierno. Lo que sucede casi siempre es que se lo come la inercia o la soberbia. Lo último, es lo que me transmitió el acto para recordar el último mensaje de Chávez el 8-12-12 hecho el 8 de este mes y año. Vi un Maduro que se siente sobrado. Pletórico. Exultante. Puede ser parte de la puesta en escena para el público chavistas o que, realmente, Maduro y el gobierno se creen su grandeza.

Es lo que arriba llamé la “borrachera del poder” por los resultados del referéndum, reales o trucados. En vez de concentrarse en su reclamo, el ejecutivo comenzó una denigrante arremetida autoritaria contra activistas de Vente. Acerca de este punto, va la “nota bene” al final del artículo.

No tengo esa inquina contra el gobierno, pero comprendo la rabia y rechazo que genera en buena parte de la población. Se lo ganado con acciones como las de ahora. Pero eso no le importa. El poder es lo que está en juego y, además, puede resistir. Es la elite, como la de la oposición, y los que “no se doblan”. Todas están muy bien y tienen sus “paracaídas de oro”. Privilegio que la población no posee.

En sus excesos, se pierde la legitimidad para reclamar por el Esequibo, en los dos puntos centrales de Venezuela: lo írrito del Laudo de 1899 y las concesiones que Guyana dio a partir de 2015 en aguas no delimitadas. Venezuela tiene motivos.

Con la persecución a opositores, el ejecutivo refuerza la imagen del “malo de la película” y del agresor frente a Guyana, cuando Venezuela tiene razones para reclamar. Pero la represión los oculta. Tanto, que aliados como China, Rusia, o Brasil le advierten, de manera elegante, que baje el tono y evite acciones que compliquen más lo que ya está enredado. No se dirigen a Guyana sino a Venezuela. Solo quedará ver el “ratón” de esta nueva “borrachera del poder” del gobierno.    

Este artículo desarrollará el consultivo dentro de la gran estrategia, el paraguas estratégico del ejecutivo que es construir la hegemonía. Esta es la línea estratégica central del gobierno en la que tiene tiempo.

Por supuesto, plantear una idea así en el mundo opositor ya no tiene sentido para mí. La respuesta será la de siempre: la burla, el desdeño, la ironía y las indirectas sobre el “colaboracionismo” de personas que no van más allá de trinos plañideros, dentro o fuera de Venezuela, con cuentas reales o de muñequitos; guapos en tuiter, pero ahora “pasan agachaos” ante la nueva zafra autoritaria. Su miedo puede más que su cacareada “dignidad”.

Imagino que, igualmente, el término “Brinkmanship” les molestará porque “le lavo la cara” al gobierno o le otorgo una capacidad que, para ese sector, no tiene.

La “línea” que este sector quiere imponer en la opinión es que el Esequibo es para un “estado de excepción” o “conmoción interna” para suspender las elecciones previstas en 2024. María Corina “compró” la idea y la dice.

Lo anterior es lo que se espera desarrolle como analista y politólogo -con citas de libros acerca de “transiciones” o enjundiosas citas politológicas- en la perversa “división del trabajo” si quiero ser “alguien” o ser aceptado en los círculos de los “análisis serios”. No, gracias. No lo voy a hacer. 

Tampoco les agradará la hipótesis del “gran paraguas estratégico para construir la hegemonía”. Dirán, nuevamente, que uso términos que le otorgan al “régimen” cualidades que no tiene y que por eso “lo legitimo”.

Mis análisis van para el lector en general, no para una oposición que todo lo que no va con las “líneas” se lo toma a burla y desdén, hasta que es demasiado tarde para maniobrar como sucede de manera infausta otra vez.

El análisis de este artículo será sobre el paraguas estratégico que adelanta el gobierno, que es construir la hegemonía.

Por hegemonía, entiendo como Rodrigo Borja en su Enciclopedia de la política, a la dominación no coercitiva sino ideológica de la clase prevaleciente”. Una definición sencilla y que no entra en las profundidades de la acepción de Gramsci, porque no es el objeto de este artículo. Lo dejo para los “grandes hilos” en X de los “análisis serios”.

La expresión más acabada del proyecto hegemónico del chavismo la vi en el acto al que asistió Maduro el 5-12-23 en el Consejo Federal de Gobierno.

Pero antes de entrar en este análisis, me paseo por el consultivo y sus resultados para no evadir el tema de la participación. Trato de explicar cómo lo veo. Me tiene sin cuidado “el qué dirán”. No me puedo quedar con los números de la comodidad de tuiter: que si el “90% de abstención”, que si “10 millones entre 5”, o “600 mil” o “2,1 millones”. Eso está bien para una apacible tarde de debate en tuiter alrededor de una mesa bien servida o para ganar puntos con ciertos públicos, pero no para un análisis.

El 6-12-23 el CNE presentó las cifras generales del consultivo. Todavía no están desagregadas por estado y hasta las mesas por centro. Mientras no suceda, los resultados tendrán la sombra de la duda y no podrán verificarse completamente.

La abstención bajó un punto con respecto al boletín inicial en la noche del 3 pero se mantiene en que, si se redondea, 10 millones votaron y 10 millones no votaron. No hay cambios en las tendencias. El Sí ganó de manera muy cómoda. Las preguntas que generaron el mayor apoyo y rechazo eran las esperadas: la 2 y la 3 respectivamente. Al ser porcentajes tan grandes, posiblemente un análisis desagregado no tenga sentido. Tal vez uno que registre la votación de los estados clasificados en las regiones de Venezuela, sí tenga sentido.

Lo primero a resaltar es que la participación se movió en el pronóstico de mi artículo para El Cooperante que evaluó la campaña, publicado el 27-11-23. En ese texto se pronosticó un tope de participación del 50 por ciento. En honestidad, aunque era el tope, esperaba una participación aproximada del 40% pero no menos del 30 por ciento. Es decir, para mi análisis, no menos de 6 millones de personas votarían el domingo 3.

Si es un fraude o no, no lo puedo asegurar. Si soy algo como “abogado del diablo” para explicar el misterio de los 10 millones, lo que pudo pasar es que las cifras se inflaron para darle fuerza. El gobierno no podía permitirse un consultivo con poca asistencia. Es mucho lo que se juega, principalmente frente a Guyana.

Esto lo planteo con base en los promedios de referendos anteriores hechos en Venezuela, tanto a nivel regional como a nivel nacional.

Revisé los archivos del CNE y hallé 3 referendos consultivos nacionales (dos en 1999 y uno en 2000) y 37 regionales entre 1990 y 2000.

En los primeros, el promedio de abstención fue del 64,8% y de la participación el 35,3 por ciento. En los segundos, la abstención fue del 73% y la participación del 27 por ciento.

Tomo los resultados de estas consultas nacionales y los extrapolo de manera lineal a 2023 ¿El gobierno infló 15 puntos para llegar al 50% de participación (de 35% a 50%)? Es decir ¿sumó 3 millones adicionales para llegar a 10, y la votación real fueron 7 millones?

Una acusación similar se hizo con la ANC de 2017. Smartmatic -la anterior empresa de máquinas para votar- denunció que la participación de 2017 se infló con al menos 1 millón de votos, aunque una nota de Reuters en ese entonces dejó ver que el CNE infló el voto para la ANC en al menos 5 millones de sufragios ¿El domingo 3 votaron 5 millones en la realidad, y se inflaron con otros 5 millones para llegar a 10 millones?

Voy con otro cálculo, más a favor de los resultados del día 3. Tomé de los archivos del CNE todo lo que era “referéndum” sin apellido, con la debilidad en el método de unir consultas distintas, pero referendos para el CNE.

Hay -al excluir el del domingo 3- 15 referendos (9 revocatorios regionales en 2007 y 6 nacionales). El promedio de la abstención en las 15 consultas fue de 46,4 por ciento. Si se saca el promedio solo de los referendos nacionales que son 6 -dos de 1999, 2000, 2004, 2007, y 2009- la abstención promedió 49,7 por ciento.

Con este segundo cálculo, la abstención del consultivo del 3 de diciembre está más cerca del promedio de las consultas refrendarias, sean nacionales + regionales o solo nacionales entre 1999 y 2009. Con los datos de Amoroso, la abstención fue del 50 por ciento que es similar al promedio de los referendos nacionales y 4 puntos por encima del promedio de los 15 referendos nacionales y regionales.

En el cálculo con base en los promedios de referendos consultivos nacionales (3) y regionales (37), se puede pensar que el CNE infló resultados entre 3 a 5 millones de votos. Si se examinan los referendos nacionales y regionales de todo tipo que son 15, la abstención reportada por el CNE el domingo 3, no se aleja mucho del promedio en los referendos. Está en la media o cerca del promedio.     

¿Números inflados o no? Ya es especular. Para el análisis, me muevo con las cifras dadas por el CNE con las reservas del caso porque no se ha publicado el resultado desagregado. Cuando se publique -si se hace- haré un examen más detallado y se podrán contrastar las hipótesis.

¿Por qué esa cantidad de votantes que llama la atención?

El número solo impresiona. Destaca porque se viene de elecciones con una participación más modesta (se redondean los números para explicar el análisis). Las regionales de 2021 convocaron a casi 9 millones de personas. Las parlamentarias de 2020 a poco más de 6 millones de votantes.

Varias razones pueden explicar la cantidad del domingo 3, en el escenario que sea el valor real.

La primera, fue una elección en un sentido “aprobatoria”. Nadie asumió el No o la abstención de manera abierta. Al ser así, no hubo debate y los convocados votaron Sí en su gran mayoría.

En segundo lugar, sectores no chavistas se sumaron al consultivo y llamaron a votar. Los que no querían, tampoco llamaron abiertamente a la abstención como en el pasado.

Sin embargo, el llamado más fuerte de abstención fue para las presidenciales de 2018. A pesar de eso, votaron en ese entonces poco más de 9 millones de personas. Hoy, con menos fuerza en ese llamado, sufragaron poco más de 10 millones de electores. La diferencia no parece ser mucha si el llamado a la abstención es fuerte o menos fuerte. 

Tampoco es la primera elección de Venezuela que tiene ese aforo electoral. Las presidenciales de 2012 y la de 2013, superaron los 15 millones de votantes. Las parlamentarias de 2015 tuvieron poco más de 14 millones de electores.

La impresión por la cantidad lo que revela son los cambios que hay en Venezuela. Se pasó de una alta participación en 2015 a una baja presencia para 2020 y algo mejor para 2021.

Ahora se regresa a una participación de los 10 millones, pero en un contexto de un país más adaptado al sistema político chavista y quienes se oponen no van más allá de redes sociales, porque no tienen una estructura política, porque es cómodo hacer oposición desde las redes sociales, por miedo, y porque Venezuela lleva su vida luego del conflicto entre 2014-2021, entre otros motivos.

Habría que ponderar de los 10 millones cuántos no son del mundo chavista. El No puede ser un indicador, pero no mucho porque no hubo un llamado a un No en bloque y porque sus valores son modestos (cerca de 400 mil votos).

Una buena manera de saberlo sería, por ejemplo, un cruce por identidad política y voto Sí en las preguntas 1 y 2. Aquí se podría inferir cuántos son del mundo oficial y cuántos no pertenecen a ese mundo.

En resumen, si bien la cifra impresiona, no necesariamente es una inusual -al menos al compararla con los promedios de 6 referendos nacionales entre 1999-2009- o que sea “un fraude”, aunque lo último no se descarta.

Hay una inercia en Venezuela y posiblemente esa inercia favoreció participar. Lo que muestra es que la oposición no tiene la fuerza de antes, se aisló, se privatizó, y el gobierno se mueve con el país que no se aisló. Este acepta al ejecutivo por convicción o por necesidad. Hay una Venezuela conectada y otra desconectada en el sentido político, porque la oposición incide poco en lo que sucede en la vida nacional.

El análisis político de los resultados del consultivo apunta a la hipótesis que el gobierno edifica la hegemonía, a partir de lo que Maduro dejó ver en sus palabras al conocerse los resultados el 3-12-23 y cuando asistió al CNE el 4-12-23.

El análisis se entenderá mejor de “atrás hacia adelante”. Es decir, con lo que Maduro cerró su intervención en el CNE el 4-12-23. En la frase está la estrategia y visión de Maduro. Palabras más, palabras menos, el presidente expresó que “la paz nacional trae el acuerdo nacional, y éste permitirá la defensa del Esequibo”. Con esta idea comenzó su programa del lunes 4-12-23 (“Con Maduro +”). Es algo central que Maduro tiene. Aquí está la estrategia del gobierno en una frase y hacia dónde va, aunque la represión contra activistas de Vente anula la “paz nacional”. Luego, se complicará la defensa del Esequibo.

El ejecutivo construye su hegemonía a través del “gran acuerdo nacional”. Lo que el consultivo añade es que el gobierno parece avanzar en la construcción de una gran alianza político y electoral con el país que se relaciona con el ejecutivo. Quizás veamos a un Maduro apoyado en 2024 por partidos de la oposición-TSJ. Que AD-TSJ, por ejemplo, apoye la candidatura de Maduro a la reelección. El consultivo fue un ensayo. Voceros de este partido hablaron con un lenguaje muy PSUV durante el referéndum. Eso fue lo que observé en la cobertura de la votación que hizo el canal 8 el día 3 de diciembre. 

Lo central de la visión del presidente es la paz y la estabilidad, autoritaria, pero paz y estabilidad al fin y al cabo la que, además, todos los sectores disfrutan. Incluso los que se han privatizado y alejado de lo público y los “que no se doblan”. Justamente esa paz es lo que hace que se alejen y que “no se doblen”. Pueden llevar una buena vida en la ficción que “no se doblan” porque no tratan con el Estado o lo hacen sin rubor cuando lo necesitan -durante el COVID, que fueron loas en tuiter porque se vacunaron, “la Venezuela que podemos ser” y subieron, orgullosos, la foto de “la rusa”- pero tampoco son amenaza al sistema político chavista, aunque creen serlo. La habilidad del gobierno está en hacerles creer que lo son para que se queden en su burbuja de trinos inteligentes.

Para el presidente -a la luz de la controversia con el Esequibo- el gran problema de Venezuela en el pasado es que no tuvo paz. Por eso el país fue esquilmado “por el imperio inglés y, luego, por el imperio norteamericano”.

El tema de la paz y la estabilidad es uno muy caro al chavismo, junto a su anverso: la traición y la división. Lo que Chávez llamaba el “maleficio de la traición”.

Esto es muy central para el chavismo y es algo que en el mundo opositor no se comprende, atado a sus esquemas de la “real politik” y sus modelos economicistas, que los lleva a regresar a la tesis de 2017-2020: “si el chavismo quiere sobrevivir, tiene que salir de Maduro”. Ahora, la esperanza es una candidatura de Delcy frente a María Corina; “mujer contra mujer”.

Para el chavismo, la unidad, la cohesión, la estabilidad son claves. Lo fue con Chávez. Maduro la impone y avanzó a una etapa en donde la estabilidad incluye a sectores no chavistas. De aquí que el contenido para el consultivo enfatizó que “no hay colores ni partidos” o -lo expresaron Jorge Rodríguez y el presidente- no “hay vencedores ni vencidos”, aunque la represión contra personas de Vente se llevó la última de las expresiones.

El consultivo en estos términos fue un plebiscito a favor de Maduro. Es una legitimación del presidente no para el país, sino para la Venezuela que se relaciona con el gobierno, que no significa ser “colaboracionista”. Se legitimó frente a este país para avanzar, entonces, a las presidenciales de 2024.

Esto abona a la tesis de un cambio que hay en Maduro que pasa “por debajo de la mesa”: el “Maduro simpático”. En su programa del 4-12-23 esta fue la imagen. Un Maduro familiar, amable, que pasa videos de “chamos bateristas”. En fin, una persona tranquila y relajada. El Maduro “panita”.

El 30-11-23 presentó su “podcast” con la primera dama en el que reveló contenidos más de la persona. Maduro se refirió a su “podcast como uno para ser feliz”. Así se siente Maduro y lo comunica: feliz. El Maduro humano. También la primera dama mostró su cara como persona.

Esto es importante porque Maduro no tiene carisma. Si se recuerda, Maduro es alguien que está a la defensiva. Se recuerda que Maduro respondía como desafiado y “entrompaba” en los programas de TV. Hablaba y, de repente, “¿qué me miras?” o “¿qué pasa?”.

Una inseguridad y desconfianza. Lo atribuyo a que viene de una izquierda insurreccional que luchó a cuchillo entre ella -el presidente sobrevivió- y desarrolló una personalidad un tanto paranoica para reaccionar a la defensiva porque todo puede ser una amenaza como fue en ese mundo de la izquierda insurreccional durante los 80, en que se mataban entre ellos mismos, al tiempo que eran perseguidos y reprimidos por el Estado.

A esta experiencia de vida, se sumó que efectivamente a Maduro buscaron tumbarlo (el intento de magnicidio del 4-8-18, por ejemplo). La suma de las dos terminó en un Maduro que estaba a la defensiva. Cualquier cosa la asumía como un desafío para mostrarse seguro y guapo, que es algo muy venezolano. Hoy no es así: lo que se observa es un Maduro simpático, que busca comunicar su lado humano. El y la primera dama mostraron a su “michi” mientras preparaban un “cafecito”.

Si es así, tengo que revisar mi hipótesis original sobre el consultivo.

En ella, formulé que el consultivo era un “Brinkmanship” hacia Guyana para lograr una conversación entre los dos presidentes. Pero era una iniciativa solamente hacia afuera, no hacia adentro. Pero parece es una iniciativa hacia adentro con efectos hacia afuera. Es al revés.

Lo que Maduro le dice al mundo es que “tengo la legitimidad de buena parte del país que debe relacionarse con el Estado y con mi gobierno”. Agregaría el presidente, “y la tengo porque ofrezco una estabilidad para que la vida de esta Venezuela pueda realizarse”. Es su gancho. La estabilidad, la posibilidad de hacer una vida en un momento en que la oposición perdió toda esperanza por su fallida estrategia del “quiebre” y la represión del Estado en su contra, cuyo último capítulo es la criticable detención de activistas de Vente Venezuela, quienes deben estar libres. 

Por eso el Maduro exultante que se vio en el CNE el día 4 o en el Consejo Federal de Gobierno al día siguiente. Los 10 millones son una manera vicaria de tener los “10 millones” que buscó Chávez. Vicaria, porque es indirecta y puesta en duda, pero fortalece a Maduro para ser candidato en 2024. Con este consultivo, la tesis que “se busca un sustituto de Maduro” muy popular en redes sociales, no tiene fuerza. Al contrario, el presidente se relegitimó dentro del mundo chavista y de la Venezuela que debe relacionarse con el Estado, la que es desdeñada desde la oposición que controla el discurso en redes sociales, pero está muy cómoda en la paz autoritaria.

La reflexión ahora es que hará el gobierno con su relegitimación interna. Hay dos cosas claras expresadas por Diosdado Cabello durante el día 3 de diciembre.

La primera, es que el consultivo sirvió como “campaña escuela”. Nada nuevo: el chavismo emplea estas elecciones o simulacros para medir y probar su maquinaria y su estructura electoral.

La inercia favorece al gobierno y al status quo. La rebeldía es un privilegio para parte de la oposición que está bien dentro del status quo aunque busca comunicar lo contrario, pero no es real amenaza a pesar de sus encendidos trinos en X. El chavismo lo sabe. Y sabe algo nuevo: que tiene miedo.

El consultivo fue un ejercicio del gobierno para probar alianzas, principalmente con el mundo no chavista. Alianzas que van a funcionar para las presidenciales de 2024. Algo como un país que lleva una vida con estabilidad frente a una oposición que no tiene nada que ofrecer.

La diferencia la hará la conciencia de las personas porque la oposición de la plataforma tiene demanda, pero no oferta. Mientras no reconecte la demanda con su oferta seguirá en debilidad. Por supuesto, la represión del Estado busca que esa conexión no ocurra, pero la tarea está pendiente. Esa es la gran fortaleza de la oposición: un intangible. La conciencia del pueblo. A ella debe apelar siempre. Como la famosa anécdota de Stalin y del Papa.

Lo segundo, es que el ejecutivo evaluará qué hacer con lo obtenido el domingo 3.

Lo operacional del consultivo que es el estado Esequibo, el gobierno lo toma con calma. En la rueda de prensa del PSUV del 4-12-23, Cabello dejó ver que se estudiará desde la AN cómo hacer viable este estado, que es la discusión acerca de la ley orgánica sobre el consultivo. Su “borrachera de poder” debilita esta aproximación “con calma”.

El 6-12-23 ocurrió la primera discusión del proyecto de ley. El tema de la anexión se aleja, si estaba en los planes. La ley, más bien, modera porque pone la creación del estado Esequibo como resultado de una negociación con Guyana en el marco del acuerdo de Ginebra, no una acción unilateral real.

Lo que pasó el 5-12-23 es una “creación simbólica” que no es que no sea relevante pero el ejecutivo no quiere tensiones. De manera que el estado Esequibo está en el estado Bolívar y será un “futurible” en el Esequibo, si hay un acuerdo con Guyana en el marco de Ginebra de 1966.

El gobierno supo moderar y lleva lo radical al discurso para hacer presión a Guyana. Que se hable este estado será producto de la negociación con el vecino, es un incentivo para que Guyana converse con Venezuela. El gobierno lleva el contencioso con ruido verbal y cálculo en las acciones, mientras abre los canales para conversar, los que incluyen canales con empresas petroleras. Un poco esta fue la idea que entendí planteó el presidente en el Consejo Federal de Gobierno el 5-12-23.

Si es así, también busca tener fuerza frente a los EUA. Lo que persigue es que el Norte pondere que puede sancionar a Maduro, con nuevas o mantener las que existen, pero que eso no hará una diferencia para sacarlo. Que lo mejor es platicar con él y “pulseao” negociar y llegar a acuerdos. Que a lo mejor el consultivo fue una “sham election” pero es irrelevante porque el poder está en el gobierno. Hay que hablar con el ejecutivo sea “sham” o no. Un “realismo a lo Kissinger o a lo Kirpatrick” como alternativa para los EUA. Es “un sistema autoritario, pero podemos hablar con ellos”, sea la conclusión. Que los EUA llegue a la certeza que conversar sobre sanciones es ineficaz. Ya no es si las pone o no, es que serán inútiles en un contexto en donde el gobierno no va a caer porque impongan sanciones. Algo como la ineficacia de las sanciones por “forfait”.

Por eso el gobierno no hará nada que pueda alterar esto salvo que una acción inesperada le de “leverage” en el exterior. Una acción militar que hoy no parece plausible, mañana puede serlo si el gobierno hace una operación quirúrgica contra el gobierno de Guyana, pero que no pase de allí. Use el factor sorpresa, haga una acción puntual, y países vean eso con pasmo, pero asuman que el gobierno es audaz. Tengo la impresión que Maduro se arriesgaría en algo así si debe hacerlo por “una razón de Estado”.

En lo interno, como se escribió, el ejecutivo avanzará para construir la hegemonía. En el CNE, Maduro afirmó algo importante que “pasó por debajo de la mesa”.

Hablaba del referéndum de 2007 que negó la reforma a la constitución que Chávez propuso. Maduro indicó que esa reforma se volverá a plantear. No lo dijo así, pero es lo que interpreté de su discurso. 

Con el consultivo del 3-12-23 el chavismo hizo un “testeo”. Con un país indiferente y una hegemonía que se consolida, puede ser viable una reforma a la constitución en los términos formulada por Chávez o la “propuesta Maduro” de la ANC de 2017 que nunca se conoció, pero Escarrá señaló que fue trabajada.

No quiere decir que sea un hecho, pero con los resultados del domingo 3, el ejecutivo tuvo una medición y prueba real que le permite evaluar plantearla más adelante, cuando la hegemonía esté consolidada o más sólida.

No esperaba esto de la reforma a la carta magna, pero es otro motivo por el cual creo la oposición debió participar el 3. Si no, asumir el llamado al No o a la abstención de manera directa, al riesgo que la llamaran “traidor a la patria”.

Lo cierto es que Maduro lo dejó ver. El tema se planteará en algún momento. Si el chavismo gana en 2024, posiblemente el 2030 será con una constitución reformada, que cierre la etapa de 1999. De la “Venezuela en tránsito al socialismo” a la “Venezuela socialista” al menos en la carta magna, que simbolizaría una hegemonía consolidada. De 2030 el chavismo se plantea avanzar a 2050, otro año simbólico, “el tricentenario del nacimiento de Francisco de Miranda”, afirmó Maduro.  

Con el consultivo del día 3, el ejecutivo busca dos objetivos. Un “Brinkmanship” para que Guyana converse con Venezuela. Aquí logró lo que buscaba. Un encuentro entre los presidentes de Venezuela y Guyana que se hará el 14-12-23. Lo otro que persigue el ejecutivo con su “Brinkmanship” es más difícil: que Guyana vuelva al acuerdo de Ginebra de 1966. 

En segundo lugar, mostrar una nación cohesionada y avanzar en la construcción de la hegemonía en el marco de una estabilidad política -lo que llamo la “paz autoritaria”- que el gobierno estima ya es sólida para dar ese paso. Todo avanza a una “gran coalición” que respaldará la campaña para ver si Maduro logra reelegirse en 2024. Aquí hay avances concretos.

Aunque no con los casos que expliqué -el Esequibo y el “gran acuerdo nacional”- la idea de los canales o rutas que se unen, la expresó Maduro en un acto para recordar las últimas palabras de Chávez el 8-12-12, celebrado el 8-12-23. El presidente señaló que 2023 es el año en que todas las estrategias del gobierno confluyen. También lo veo así.

Nota bene: mi rechazo a las infames acciones anunciadas por el fiscal Saab el 6-12-23 en contra de dirigentes políticos y en contra del equipo cercano a María Corina Machado, del movimiento Vente.

El ejecutivo aprovecha el momento del consultivo para, de manera cobarde, golpearla. El “alto gobierno” no es valiente. Pero no me voy a desgastar en epítetos que lo que producen es más rabia. 

Hoy es más subversivo un análisis que un trino para la “Cartelera de Diosdado” la que ranquea a los “guapos de tuiter” quienes, en el momento de la verdad, “pasan agachaos”. No me voy a corroer con el desahogo por la represión del Estado autoritario en contra de la oposición.

Lo que es cierto es que el miedo se institucionaliza, “2023: el año del miedo”, se podrá escribir y decir.

El miedo se nota mucho en redes sociales. Personas que en redes destrozaban a quienes pensaban diferente durante la fracasada época del interinato -ir a votar o no apoyar una estrategia insurreccional, por ejemplo- hoy se ven asustados, con tuits plañideros y paranoicos. Los más vivos de este grupo, como si nada y adoptan el modo de “los adultos de la habitación”, pero también con miedo. El gobierno lo sabe y por eso sus “dosis de represión” o su “campanita de Pavlov” para reforzar ese “año del miedo”.

El miedo ya no es individual, es institucional e internalizado -de manera consciente o no, como opera todo sistema opresivo, mayormente en el “inconsciente”- por el sujeto que se comporta de manera predecible, aunque no lo sepa. Esto, también, es para otro artículo. Las tesis de Franz Fanon sobre la opresión se cumple en el caso del sistema autoritario venezolano.

Sí destaco otra infamia de la fiscalía del fiscal Saab: usó la expresión “contrarrevolucionarios” para referirse a opositores ¡Qué vergüenza para quien se llena la boca con libros! No fue ocioso que cuando Saab asistió a la ONU hace unos meses, los fiscales de la comisión de DD.HH le observaron que, impresionados, porque el fiscal parecía un activista del gobierno y no el titular de un poder garante de derechos que debe ser independiente del poder ejecutivo. No conozco la legislación penal, pero creo que la constitución habla del debido proceso, presunción de inocencia, y no de “contrarrevolucionarios” ¿Acaso oponerse a este gobierno es un delito?

El presidente de la república también cayó en el juego de la infamia y del golpe bajo. “Shame on him”. En el acto el 8-12-23 habló de “capriloca” o “la machada”. Maduro será muy bueno en política, pero es bajo y vulgar en el trato a sus adversarios. Qué patético.

En una actividad con motivo de la misión vivienda efectuada el 7-12-23, Maduro se refirió a los detenidos de Vente como “traidores a la patria”. Repitió el mismo guion de las acusaciones para las primarias, en sentencia del TSJ. Cargos muy fuertes.

El presidente, a mi modo de ver, cometió otro exceso. En su programa del lunes 4-12-23 deslizó que Saab le dijo que hacía una investigación sobre los “recursos de la ExxonMobil para el sabotaje al referéndum”. No sé cómo la legislación define el vínculo entre la fiscalía y la presidencia, pero que Maduro lo haya dicho antes que el fiscal, comunica que éste fue a Miraflores a “recibir línea” porque al día siguiente anunció las detenciones. Muy mala señal. 

El jefe del Estado obvió la presunción de inocencia que, por su magistratura, debe preservar. Juró cumplir con la constitución. Con sus palabras en el acto del 7-12-23, el presidente dictó sentencia porque en un sistema autoritario no hay contrapesos. La fiscalía acatará lo que Maduro dijo. El presidente emplea el poder del Estado de manera incorrecta. Debe recordar la conversación que tuvo con su esposa, la primera dama, en su primer “podcast” con fecha 30-11-23 sobre lo que contaron acerca de la Disip.

De aquí, mi solidaridad y apoyo a los detenidos de Vente, que creo son 4: Urruchurtu, Macedo, Abdul, y Alviarez, quienes no deben estar detenidos, pero ya que lo están, seguir el debido proceso y no aplastarlos y destrozarlos moralmente con el poder del Estado.

Tengo entendido que con el caso de Adbul pasó algo como una “desaparición forzosa” que recuerda a los Ford Falcon de la dictadura de Argentina en los 70. En la noche del 8-12-23, en redes sociales se informó que Adbul fue presentado sin informar a su familia o a sus abogados, a algo que se llama “tribunales contra el terrorismo”. Es infame acusarlo de “terrorista”. Lo que vemos, más bien, es al terrorismo de Estado en acción.

Con este artículo cierro mi participación para El Cooperante durante 2023. Regreso en enero de 2024. A los lectores, nuevamente, aprecio su gentileza por leer estos largos análisis, pero escritos con mucha dedicación y cariño ¡Feliz 2024!


Comentarios