Milei: cuidado y la motosierra lo cercena

A Milei deberían darle un margen de maniobra y dejarle actuar. Sin embargo, pareciera que sus adversarios no le permitirán moverse con tranquilidad. Si a ello se suma que el presidente electo es prácticamente su propio enemigo al actuar de manera volátil y explosiva, entonces el país seguirá transitando por una era de debacle en la que los anhelos de las épocas pasadas y los suspiros ante los viejos líderes seguirán a la orden del día, mientras el pueblo sigue añorando un salvador que le frene la inflación, le garantice seguridad en las calles y le de trabajo


Caracas/Foto: Cortesía.- Resulta peculiar dedicar dos artículos seguidos a una misma dinámica. Salvo que ocurra un viraje absoluto o un desenlace inesperado de un acontecimiento, en una semana, es probablemente muy poco lo que puede decirse en torno a una temática. Sin embargo, existen coyunturas como la que desarrollaremos en este artículo, en la que un mismo fenómeno genera tal cantidad de elementos que hace que las variables utilizadas sean necesariamente diferentes, antes y después de analizar lo acaecido. 

Podríamos decir que contra todo pronóstico terminó ganando las elecciones presidenciales argentinas el diputado Javier Milei, pese a lo destemplado de su comportamiento, su actitud grosera, altanera y altisonante, su superficialidad en las propuestas y el pésimo desenvolvimiento en el debate contra su adversario Sergio Massa. Pese a tener todas esas aristas apuntándole, el dirigente pudo revertir el haber quedado detrás de su contendor en la primera vuelta, para sacar en el balotaje una incuestionable ventaja.

En la política argentina pareciera que los dilemas mutaron. Del miedo contra continuidad que propuso Massa, se pasó a un escenario de diferenciarse urgentemente contra todo actor de la clase política tradicional, en términos generales. Muchos de los que salieron a sufragar por el ahora presidente electo, en lo absoluto comulgan con su verbo y actitud, menos aún conocen a los pensadores y modelos que cita mecánicamente, pero encontraron en él la diferencia plena a un estilo de gobernar que no ofrece respuestas y tampoco formula escenarios para satisfacer las necesidades ciudadanas. 

Milei supo explotar el mercadeo y posicionar temáticas como la necesidad de desplazar a “la casta”, gritar consignas y fustigar a una forma de hacer política que “tiene doscientos años fracasando”. Su gran habilidad fue deslastrarse de todos los factores que hacen vida en el país y promoverse como un cambio puro, cuando él forma parte de la misma clase política que castiga y cuestiona, pues no solo es diputado al Congreso, sino que en distintas etapas de su vida ha estado cerca a grupos políticos, ha participado en análisis en medios de comunicación y ha llamado a trabajar con él a personeros que abiertamente forman parte del pasado y que tienen su cuota de responsabilidad en la debacle del país.

Al presidente electo lo rodean algunos personajes cuyo proceder resulta tormentoso y le traerán problemas al gobernante. La primera persona que representa un peligro latente es Victoria Villarruel la nueva vicepresidenta, figura que no escatima en minimizar el accionar de la lúgubre tiranía argentina de los años setenta y que incluso tiene la endeble actitud de tildar de defensores de terroristas a quienes señalan que los excesos imperaron y que la recuperación de la memoria histórica es fundamental. Al lado de ella, algunos actores vinculados a violaciones de derechos humanos también mostraron complacencia con Milei. Junto a ellos, figuras como Domingo Cavallo, Patricia Bullrich y Mauricio Macri se sumaron al hoy ganador.

Macri pareciera querer tutelar al nuevo mandatario. Puede decirse que lo amarra con la posibilidad de brindarle el apoyo parlamentario que ansía y requiere. Tratará el expresidente de jugar una posición cómoda y beneficiosa para él, pues facilitará algunas medidas de Milei, pero lo frenará cuando aparezca algún peligro, tratando Macri de erigirse como una voz moral de progreso, legalidad y altura. Habría que ver si un iracundo Milei o sus acalorados seguidores aceptarán que un miembro de esa “casta” del pasado cuestione o haga sugerencias a quienes se sienten ungidos por la divinidad para revertir décadas de atraso e improvisación. 

Sergio Massa fue un hombre gallardo. Su discurso de reconocimiento de la derrota –antes de que se dieran los resultados oficiales- es una prueba de su respeto a la institucionalidad. Junto a ello, la despedida para que una nueva generación llegue -quedando él como asesor o eventual acompañante de una decisión-  evoca la oportunidad para transformar la derrota en la vía de cambio programático y social. Lamentablemente para Massa, el no haber dejado las funciones en el cuestionado y decadente gobierno de Alberto Fernández y no poder concretar la separación de los roles de candidato y ministro, le pasaron factura, por más que se vio en los debates desenvuelto, llamando a la prestancia y alertando sobre el estado mental de los que anhelen llegar al poder. 

Reflexiones quedan también en el tapete y son las de las actitudes de algunos peronistas como Juan Schiaretti que no respaldaron a Massa, movidos por rencillas internas, o lo ocurrido en otros bastiones del peronismo en el que los líderes locales no lograron -¿o no quisieron?- arrastrar votos para su abanderado. De la misma manera, la actitud ininteligible de sectores de la denominada izquierda argentina que llaman a luchar en las calles contra las eventuales medidas de Milei, pero que mantuvieron actitudes cómodas en las elecciones y no se movieron para impedir con sus sufragios que el candidato antisistema se impusiera.

Mención aparte hay que hacer de la Unión Cívica Radical, más aún en una época en que se celebra la llegada de la democracia hace cuarenta años, bajo la imagen y guía de Raúl Alfonsín. Lamentablemente, el partido es una colcha de pequeños retazos que carece de una línea concreta y que parece disgregarse entre los que reivindican una actitud histórica, los que piensan trabajar mancomunadamente con el peronismo o los que se han convertido prácticamente en los silenciosos seguidores de Macri y su entorno. Debe la Unión Cívica Radical aprovechar el momento, deslastrarse de cualquier conglomerado al que están atados pragmáticamente y diseñar una propuesta socialdemócrata moderna, atractiva, pujante y que convenza.  

El exvicepresidente argentino Carlos Ruckauf decía en una entrevista a las horas de conocerse el resultado electoral, que Javier Milei debía cambiar la motosierra por el bisturí y evidenciar si va en vías de construir un nuevo país. Además, señaló que a su juicio en el peronismo quedan tres figuras que pueden encabezar a la oposición: Sergio Massa, Axel Kicillof y Juan Schiaretti. Ruckauf decía que el peronismo no ha desaparecido, sino que lo que se ha ido es la credibilidad de un sector que no representa y que no capta electores, fundamentalmente por la actitud de Alberto y Cristina Fernández que dejaron una realidad terrible.

A Milei deberían darle un margen de maniobra y dejarle actuar. Sin embargo, pareciera que sus adversarios no le permitirán moverse con tranquilidad. Si a ello se suma que el presidente electo es prácticamente su propio enemigo al actuar de manera volátil y explosiva, entonces el país seguirá transitando por una era de debacle en la que los anhelos de las épocas pasadas y los suspiros ante los viejos líderes seguirán a la orden del día, mientras el pueblo sigue añorando un salvador que le frene la inflación, le garantice seguridad en las calles y le de trabajo. 

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